Perseguir su sueño, el surf, le ha llevado a ser quién es. Aunque muchos pueden decir que apostar por el surf ha sido su perdición, ha valido la pena. Ella realmente es un milagro.
Nació en la isla de Kauai, en Hawaii en una familia de surfistas. Ya con 8 años comenzó a competir en el mundo del surf de manera profesional. Bethany asegura que el amor por el surf estaba dentro de su espíritu.
A la edad de 13 años, el 13 de octubre del 2003, su pesadilla comenzó. Mientras surfeaba fuera de la costa un tiburón tigre de 4 metros la atacó y perdió su brazo izquierdo. Ella misma cuenta que perdió casi el 60% de su sangre en el ataque y a pesar de que tuvo que pasar por repetidas ocasiones, los médicos vieron en ella una fuerza increíble y un fe en Dios algo inusual para su edad.
Milagrosamente, un mes después de la recuperación, Bethany volvió a al agua para seguir su pasión con un objetivo claro, convertirse en una surfista profesional.
En el 2007 ha convertido su sueño realidad, y no solo eso sino que, desde que ha decidido contar su historia a los medios de comunicación se ha convertido en un referente humano, por su capacidad de superación y su enorme optimismo.
Con su experiencia personal ha sabido mover el corazón de millones y personas y ahora a través de su página web bethanyhamilton.com da testimonios y comparte su fe con los demás. Tiene seguidores en todo el mundo, su historia ha pasado de boca en boca moviendo corazones. Ha escrito libros de ayuda, ha presentado premios, pero lo más importante es que no ha perdido su sonrisa.
Esta semana se estrena además una película basada en su historia. Soul surfer narra como fue ese ataque y los problemas que tuvo que superar para poder recuperar de nuevo la confianza en ella misma.
Espero que podáis ir a verla, merece mucho la pena, es inspiradora y te hace dar cuanta como muchas veces nos quejamos por cosas sin sentido, pero probablemente no sepamos lo que es ver la muerte cara a cara y aún así sacar la razón por la que agarrarte a la vida y superar las dificultades.
La mejor frase de Bethany: "Cuando todo se volvió rojo en el agua, el paramédico de Kauai me susurró al oído, "Dios nunca te dejará ni te abandonará". Estaba en lo cierto.
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